Muestra de amor y
esperanza
En el hospital Benjamín Bloom
funciona la escuela "Reynaldo Borjas Porras",
que brinda educación a los niños
internos. Este proyecto se realiza gracias a la
entrega y a la bondad de la licenciada Marta
Rosa de Cruz.
- José
Osmín Monge
- El Diario
de Hoy
- Fotos
Julio Avilés
En
el décimo piso del hospital Bloom existe
una sala distinta a cualquier otra. En ella no
hay camillas, enfermeras, doctores ni
sofisticadas máquinas para tratamientos
médicos, sino mesas, libros, cuadernos,
lápices y maestras.
Desde hace un año, en ese
pequeño salón funciona la escuela
"Reynaldo Borjas Porras", fruto del esfuerzo
conjunto de los ministerios de Educación
y de Salud y de personas altruistas.
En este centro de estudios reciben el pan del
saber niños y niñas cuyas edades
oscilan entre los cuatro y los 15 años.
Los alumnos son internos permanentes del
hospital, quienes aprovechan su estadía
no sólo para recibir sus tratamientos
médicos sino también para aprender
a leer, a escribir, a sumar, a restar
Desde las diferentes salas de servicio (como
nefrología, oncología y ortopedia,
entre otras), algunos pequeños acuden al
salón de clase para colorear, recortar,
escribir, cantar o leer.
Debido a que algunos de los niños
internos no pueden moverse de sus lechos, ya sea
por el estado crítico de su salud o por
estar conectados a aparatos, un grupo de
maestras se encarga de llevarles la
educación hasta las camas donde se
encuentran.
Ellas imparten las materias de ciencia, salud
y medio ambiente, lenguaje, sociales y
matemática. Algunas profesoras realizan
sus prácticas docentes y otras, las que
estudian licenciatura, realizan sus horas
sociales.
"Estoy aprendiendo mucho. He ha aprendido
hasta a orar", expresa la niña Diana
Carolina Fuentes, de 14 años, quien
adolece de insuficiencia renal.
Una gran profesora
Este proyecto educativo no podría
realizarse sin el esfuerzo de la licenciada
Marta Rosa de Cruz, una noble maestra de 45
años, quien emplea su tiempo y su
dedicación en favor de la
formación de los pequeños internos
del hospital. Ella es la creadora de este
ambicioso proyecto educativo y quien lo dirige y
lo hace realidad.
"El
proyecto lo hice hace unos seis años,
pero hasta el año pasado se me
brindó la oportunidad de llevarlo a cabo.
Mi misión es hacer que estos niños
aprendan y puedan desenvolverse por sí
solos", manifiesta la licenciada de Cruz.
Esta singular maestra es la que coordina la
mayoría de las actividades y la que
instruye al grupo de profesoras colaboradoras.
Con frecuencia se reúne con ellas para
planear el trabajo a realizar, para capacitarlas
y para enseñarles las técnicas
utilizadas en el proceso de aprendizaje de los
niños.
"Es una gran persona y una gran maestra. Los
niños y nosotras estamos aprendiendo
mucho de ella", expresa Ana Julia
Martínez, una de las maestras
practicantes.
Satisfecha con su trabajo
Hasta el momento los resultados de esta
escuela han sido satisfactorios.
Según la licenciada Martita (como le
llaman los niños del hospital), los
alumnos han logrado un desarrollo muy grande, y
muchos ya saben leer y escribir.
"Se les nota la satisfacción en sus
rostros y en su comportamiento. Antes pasaban
tristes, sin nada que hacer. Ahora están
felices con lo que nosotras les
enseñamos", manifiesta la directora.
Ella dice que la escuela comenzó de
cero, que no había escritorios ni mesitas
para los estudiantes, pero que gracias a Dios
poco a poco se han ido superando todos esos
problemas.
La licenciada de Cruz, además de
educar, se ha preocupado por celebrar las
diferentes días festivos contemplados en
el calendario escolar.
"Me siento satisfecha y contenta al trabajar
con estos niños. Le doy gracias a Dios
por haberme dado esa oportunidad", expresa.
Pero la educación no sólo es
para los niños internos, sino
también para sus padres. La licenciada
Martita ha creado la "Escuela para Padres" y la
"Escuela de Padres". En la primera se imparten
algunas clases, incluyendo una de manualidades,
y en la segunda se les orienta cómo debe
ser la relación padre-hijo.
El trabajo que realiza la licenciada Martita
es admirable. Su vocación de maestra se
manifiesta en sus acciones. La sonrisa y los
trabajos de los niños son un reflejo de
la obra de esta abnegada maestra.
Ella está segura de que en esta vida
las enfermedades no son obstáculos para
educarse y superarse.
Únase a la obra
La escuelita del Bloom se mantiene gracias a
los aportes del Ministerio de Educación y
a la colaboración de una persona
altruista, que prefiere el anonimato. Gracias a
esta ayuda se cuenta con material
didáctico para los chiquitines.
Sin embargo, hace falta una computadora, un
televisor y una fotocopiadora para seguir
adelante en este proyecto.
Si usted quiere ayudar a esta escuela,
comuníquese al hospital Bloom al
teléfono 225-4481.