La
columna nacional
Walter y el arenero o
Mr. Sandman
Roberto
López-Geissmann*
Recién
hemos escuchado las declaraciones de don Walter
Araujo a través de un medio televisivo y
nos han parecido muy positivas, ya que plasman
con exactitud el sentir y el pensar del
más amplio espectro posible de la derecha
(y algo más), en lo que muchísimos
quisiéramos que se transformara ARENA
para el bien de El Salvador. Ha dicho Walter que
su partido va a abrirse, para tomar en cuenta a
todas las corrientes, en función de
acercar a los desencantados y robustecer con
esas nuevas alianzas su empuje y su
ideología. Es lo que esperaba escuchar
esa mayoría y la exposición de sus
ideas me parece excelente.
Así se lo manifesté a dos
derechistas, uno todavía arenero y el
otro perteneciente a la "gran familia" de los
decepcionados en "el exilio" y ambos, por
separado, me contestaron en idéntico tono
lo siguiente: ¿Cómo puedes decir
eso, que no sabés que lo que se proponen
es una reproducción... que detrás
están... que se trata de una jugada
para...? En resumen, que las declaraciones no
eran confiables y que habría que conocer
las interioridades de los grupos de poder para
poder emitir opiniones. Pienso que...
No se puede refutar el hecho de que el que
más conoce de un asunto está
más capacitado para evaluar las posibles
actuaciones de una persona o grupo, en una
coyuntura dada, pero... también es
innegable que el discurso externo,
público, formal y oficial constituye un
elemento nada despreciable en un
análisis, ya que lo que el
político afirme, los pronunciamientos que
presente y los rumbos que indique son, ni
más ni menos, que el anuncio o
manifestación política de lo que
quiere él que la gente entienda que es su
sentir, su rumbo, su plan de acción.
Se me argumentará de inmediato que soy
muy inocente (o algo peor), porque precisamente
"ya se sabe" que los políticos no se
caracterizan por hablar con la verdad. A ello
repondría que hay momentos y momentos,
para realizar esos malabarismos
lingüísticos que a menudo se
asimilaban a las mentiras y que, un
político, como del que tratamos, que no
está precisamente comenzando ni es un
gato de tercera ni, por otro lado, tampoco es un
lobo solitario sino un tipo listo y de probada
disciplina, no puede aventurarse a dictar
declaraciones sin antes meditarlas (solo y
acompañado) lo suficiente.
Un engaño burdo o unas declaraciones
que persiguieran lo opuesto (mantener el
exclusivo predominio de estructuras
hegemónicas excluyentes) iría
directo a la provocación de un
auténtico "harakiri" o suicidio
político al que no creo que nadie
esté dispuesto ni le convenga. Cumplir
revitalizaría a todos... hasta a
ellos.
¿Y Mr. Sandman? Es el viejo cuento que
narraban las abuelas, del hombre que esparce
arena sobre los párpados de la gente para
cansárselos y provocarles el sueño
(como la droga). Pues bien, la relación
con lo anterior estriba en el
señalamiento del peligro mayor que
pudiéramos padecer los que
quisiéramos que esta vez las palabras
coincidieran con los hechos. Y es que
ojalá no aparezca una figura (quienquiera
que sea) que haga el papel del arenero del
cuento y que, al ritmo de la conocida
canción gringa "Mr. Sandman" nos duerma a
todos... otra vez.